Here’s Where The Story Ends

[infancia]

Hubo una tesis sobre la idea de infancia que se acabó cuando la sociedad se preguntaba, otra vez, si era ético difundir imágenes de niños refugiados muertos. Defender su difusión era para algunos periodistas y activistas una cosa bastante morbosa, además de una falta de respeto hacia el niño muerto y su familia. Por otro lado, acaso reconociendo cierta indiferencia hacia lo que se ve y al mismo tiempo exigiendo para las imágenes una efectividad total, de nada serviría propagarlas.

Recordé a Sontag para decir en un breve texto [*] que quizá los morbosos y los faltos de ética son quienes se negaban a contemplar ese tipo de imágenes, prolongando un mundo horrible sin imagen: en el que las heridas, sobre todo las que hicimos a los otros, las que habrían de comprometernos, se esconden ni lucha: en el que las rupturas se disimulan. Los menores, eternos apartados de la representación, de la sociedad en general, y sin embargo, nada en el mundo de los adultos en el que están obligados a vivir les es ajeno. Menos aún su violencia.

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En la playa de Gaza -ciudad de los niños muertos- bajorrelieve del niño muerto Aylen, a una escala mayor.

Todo poder comienza con el poder sobre los niños; era una buena cita creo para comenzar una tesis en la que quería hablar, no sólo ‘de los niños’, sino sobre todo de los que se toma como tales; por menores, pequeños, insignificantes, incapaces, irresponsables, por los que desean ostentar algún tipo de poder, ejercer alguna autoridad. Y ahí se diría entran casi todos los oprimidos que imaginemos.

Tanto lo peor (el fascismo, el totalitarismo, el capitalismo…) como lo mejor (la revolución, la utopía, la poesía….) pugnan por capturar para sí una idea de infancia que al final parece termina siendo ofrecida en sacrificio al capitalismo, que la toma como su bien más preciado. Pues como dicen los compraniños de El hombre que ríe de Víctor Hugo, a un niño se le puede dar la forma que se quiera.

¿Se puede pensar el mundo de hoy -los poderes, las políticas, las revoluciones, las economías- teniendo en cuenta las semánticas, gramáticas y mitologías en torno al significado de la infancia y lo infantil que se practican?

¿Se puede tomar al niño como figura portadora de un significado ambigüo, desconectada de los espacios se le supone son propios (el aula, el aprendizaje, la familia, etc….) para ponerla en otro sitio, tomándola como indicador y pivote sobre la cual pueden contarse las cosas de otra manera? Si todo poder comienza con el poder de los niños hay que pensar tanto quién es el niño como a quien se toma por tal, y al mismo tiempo qué puede un niño. O una niña. Quizá debamos custodiar una idea suficientemente ambigüa al comienzo -das kund- para poder acaso comenzar a pensar.

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[atentados]

También hubo unas elecciones al parlamento de la nación en las que, como dice un amigo, “todos perdieron”. Lo nuevo que no acaba de nacer, efectivamente no acaba de nacer; lo viejo que esperamos muera no acaba de morir. También muchos sospechan si es posible que el ‘no nacido’ sea ya suficientemente viejo como para morir; o cabe preguntarse quizá por el tipo de evoluciones paidomórficas que ha puesto en marcha lo viejo para sobrevivir.

En twitter alguien apuntaba que en los dos únicos actos de violencia acontecidos durante la campaña electoral estuvo involucrado el presidente y varios menores: el presidente pegó a un menor en público (a su propio hijo) y un menor pegó al presidente en el pueblo en que nació.. Alguna gente aplaudió al segundo menor, cuando era trasladado en el coche policial [*]. A éste los medios y los políticos lo despreciaron. Los jueces lo han condenado [*] y se encuentra encarcelado en un centro dependiente del Estado en el que hace unos años murio un joven [*]. El joven agresor del presidente no se resistió al castigo, sabía lo que hizo, no se arrepentió. “El niño criminal es el que ha forzado una puerta que da a un lugar prohibido. Quiere que esa puerta se abra sobre el más bello paisaje del mundo: exige que la cárcel que merece sea feroz. Es decir, digna del esfuerzo diabólico que le ha costado conquistarla”.

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Joven de 15 años detenido por agredir al presidente del parlamento

 

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Bucle generacional

Anteo Zamboni, erró en su disparo dedicado al Duce durante un desfile en Roma el 31 de octubre de 1926. El joven de 14 años fue inmediatamente linchado y atacado por los fascistas italianos. Recibió catorce puñaladas. Curiosamente, fue el padre de Pasolini (Carlo Alberto Pasolini), oficial de caballería, quien detuvo al chico. A raíz de este hecho, Mussolini suprimió las libertades y disolvió todos los partidos de la oposición.

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Anteo Zamboni, muerto tras el linchamiento.

Se diría que las leyes antiterroristas y el estatuto del menor fueron redactados por las mismas mentes. Como esperamos que los niños hagan con los adultos, toleramos la falta de libertad a cambio de una seguridad y un supuesto bienestar. Vivimos en una sociedad donde el presidente puede pegar en público a un menor, lo que viene siendo ‘una gracieta’, pero un menor no puede golpear al presidente en el pueblo donde nació aunque pensemos lo merezca. Y si lo hace, lo tomaremos igual como una gracia memética. Los golpes sólo pueden ir en una dirección, la legitimidad se calcula respecto de la obediencia. Ahí desde donde se ejerce el monopolio de la violencia (y se controlan sus significados y su praxis) también se alardea de ser la posición civilizada de un conflicto sostenido a base de tomar al oprimido por un bárbaro, por un bicho insisgnificante que hay que aplastar. La lista de abusos cometidos en Francia, desde que se declaró el “estado de emergencia”, es ya ‘enorme’  [*]

Podemos explicarles a los niños que las flores nos protegen de las balas, que los hay buenos [solemos ser nosotros] y los hay malos, llenos de odio [que suelen ser los otros]. Como si nuestros Estados ‘democraticos’ estuvieran fundados en la solidaridad y el amor (exactamente lo mismo que se espera de la familia que recibe al niño que nace). Si explicamos a los niños los conflictos del presente como un problema moral, el fraude del sistema y la ignominia de la estructura que nos estructura, quedará siempre disfrazada por los efectos de aquellos que tomamos por inmorales. Y la guerra estará asegurada.

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[cabalgatas y desfiles]

Luego hubo una navidad. Los colegios estaban ya decorados de esta fiesta cuando la sociedad acudió a ellos a despositar sus papeletas electorales. Hubo niños y viejos. Hubo también desalojo preventivo de la Puerta del Sol para practicar la fiesta del fin de año. Y hubo una cabalgata de reyes falsamente polemizada por: los que se toman por defensores de la tradición de un lado, y de otro, los que se han propuesto ser sus reformadores y modernizadores, escudados ambos en “la estética infantil” o el supuesto “gusto de los niños” (que se puede traducir, con Michelet o Bergamin, al de los pueblos) que en el fondo es producido, impuesto, introducido en un medio incuestionable. Y da lo mismo una posición que otra. Igual da el equipamiento y la carrocería del asunto “si éste obedece a las necesidades del motor”: si al final sigue siendo la Policía montada a caballo, el Corte Inglés, Cocacola, Movistar, Disney, la televisión, los vídeojuegos, las empresas del Estado, sus ‘cuerpos de seguridad’, quienes no se ha movido de sitio [*]. Desfila el orden dado para una sociedad que se trata cómo a un niño y cuya única madurez admitida será la que demuestre haberlo interiorizado a riesgo de ser tomado por ingenua, inadaptada o bárbara. La idea de Fourier de unas cruzadas remendonas que salen de Europa para zurzir los zapatos de los oprimidos de Oriente y Constantinopla resulta disparatada, pero profundamente lúcida políticamente. En nuestros desfiles realistas, diversos, multiculturales, las empresas de telefonía aún reparten coronas de cartón, la empresa que hace negocios vendiendo trajes antidisturbios al estado, trajes y cestas de navidad, llena de caramelos los bolsillos de los niños a los que enseñamos fascinantes naderías, a habitar el mundo que no han de rozar nunca, a los que enseñamos a desaprender lo que ya saben. Es tan evidente la evidencia [sic] que no necesita ser advertida: Achtung, sus hijos serán introducidos en el capitalismo de consumo al paso de este desfile. 

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El dragón rojo y azul de oriente anuncia la nueva crisis económica en la ciudad del cambio

No lamentamos el gasto del evento, sino que se trate de un gasto aún productivo, a favor de lo que hay. Transacción dedicada al mismo beneficio, nueva cabalgata multiculto pero rodavía apresada en su condición de mercancía. Si al menos se hubieran gastado ese casi millón de euros en algo verdadera y radicalmente gratuito, libre, improductivo. Los regalos, efectivamente vienen del más allá. El intercambio efectuado  asegura la continuidad de cierta estructura, reafirma el estatus diferencial entre mayores y menores, entre iniciados y no iniciados pero también esta división implica tipo de economía, que se invierte ritualmente, de tanto en tanto, para que todo siga igual. Los niños son los protagonistas, los pobres comen en el ayuntamiento.

La grave traición al pacto civilizador del “pictoplasma” que se atrevió a revelar el secreto de los Reyes Magos en la televisión pública [* y *] (((que autodisciplinado ha renunciado a su bonificación salarial “pues incumplí las órdenes de la directora” y entona bellamente un mea culpa en clave barroca que esta cabalgata quiso desconocer [*]))) resulta anecdótica si lo comparamos con el secreto y el misterio del negocio que aún reina para todos. Su gobernanza sobre la vida ha pasado a frecuentarse como una naturaleza. Todos los espacios de la vida se han vueltos productivos. La economía media por los sueños de la sociedad de los niños. Su cómplice vuelve a ser la cultura, la moda que pasa, la innovación, el mito del progreso y del progresismo de siempre.

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Fuerzas paramilitares del presente y del futuro desfilando para los niños en su día más mágico.

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Han venido de Oriente y del Sur, están en Calais, es la noche de Reyes también para ellos:

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[naturaleza humana]

Homenajeamos y rendimos tributo a Pachamama con luces leds y máquinas de disparar serpetín y animales robotizados -antes mascotas hoy drones, el regalo de la navidad [*]- declarando nuestra incapacidad para relacionarnos con la naturaleza. La transacción afecta también a los espíritus de lo material. ¿A qué humanidad se le ocurrirá  por fin crear un espacio bueno para esos animales maltratados? Ocas, burritos, toritos, camellos, que, cierto es, tanto emocionan a los niños de ciudad cuando aparecen por sus calles. En nombre de su protección y respeto se erige la idea de urbanidad, ecología y civilización más despojada de naturaleza que pueda imaginarse. Sin posibilidad de averiguar qué misterios de muerte guarda la vida y viceversa, cuánto de vida hay en la muerte. Hay que preguntarse si la época que es capaz de tratar a los animales como si fueran personas no es también es la época en la que el trato a las personas como animales se ha generalizado.

Debemos apartarnos de la naturaleza en virtud de nuestro civismo, no sea que descubramos que estamos hechos de una pasta un poco más contradictoria. Habrá que apartar de nuestros ojos la figura terrible del niño muerto en la playa de Europa, la oca del desfile,  el refugiado cuya llegada todavía ignoran los ‘políticos de la bienvenida’, porque no ha sido contabilizado por su burocracia, tal y como ha de contarse cada individuo que quiera celebrar en la Puerta del Sol, y que sin embargo ha cenado y dormido en las camas de nuestros amigos que fueron a recogerlos de noche a la Estación Sur.

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Patas que nos recuerdan lo que fue y hoy es bajo el régimen de explotación disimulada
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Picos que nos recuerdan lo que será y hoy es bajo el régimen del mito del progreso y la modernización
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Migratorias que no saben nadar

Disimular el despojamiento, el derrumbamiento que no cesa, con el brillo de una nueva moral política. Habrá que remover los árboles por una versión más tecnológica de la idea de árbol que se maneja en la ciudad, más eficiente, más productiva y más ecológica que el árbol mismo [*]. Lo que sea con tal de no renunciar al suplemento de seducción tecnológica que exige la época. También conceder a la ciudad gris algunos islotes de huerta autogestionada que ayudarán a monetizar al alza los barrios donde aparezcan. Los impulsores de estas nuevas políticas y esta nueva moralidad son también quienes renuevan el estilo de nuestros desfiles y quienes en situación de ficción política, como una “invasión alienígena” corren a preguntarles a los expertos y a los coroneles, “lo único real de su ficción” [**]. Los expertos, efectivamente, podrán dar con fórmulas como la que sigue, que ha sido utilizada por la Unión Europea para calcular los “cupos” de extranjeros por acoger en cada país.

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Ecuación realizada por la Unión Europea en base a distintas variables nacionales (Desempleo, Renta, Población…) [vía]

Los recibiremos con condiciones, con desconfianza. Tal y como comienza ya nuestra democracia en las mesas electorales: los partidos se vigilan unos a otros sospechando ya de un fraude o corrupción que esperan de partida, lo que supone un problema de antemano para los que quieran argumentar que el poder político profesional no corrompe y puede llevarse una vida mora.

La ley gravitatoria del mundo sigue un nuevo magnetismo cuyo entendimiento se nos escapa. Ni las ocas, ni los niños, ni los presos,ni los emigrantes, ni los extranjeros pueden votar y sin embargo viven en el mundo que se supone decide en cada convocatoria electoral.

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[cultura por la base]

Hubo una vez una Cabalgata Indignada, un desfile de reyes sin reyes, para niños-para todos, contrapuesto al desfile oficial que tuvo lugar a pesar de la violencia policial dedicada para evitarlo, las cargas y las detenciones [*]. Bajo el lema “Hemos perdido la inocencia”, los barrios, en muy poco tiempo, habían construido toda clase de carrozas, cabezudos, disfraces y se plantaron en el centro de la ciudad con ellos. La indignación supo efectuar la inversión adultos-niños esperable en estos días de navidad de otra forma, y con ello la transacción o prestación que indicaba era también de otro tipo, afectada de otra economía. La Asamblea de la Sierra Norte de Madrid construyó una montaña, remolcada por un camión, con sus ríos y sus pinares. Un verdadero despliegue de artesanía y creatividad popular se había realizado y frente al desfile oficial, al que sólo podía asistirse como espectador, allí uno podía componerse, trabajar, inventar la mascarada con los otros y formar parte de la cabalgata, de las saturnalia de ese diciembre del 2011, cuando habían pasado seis meses de la toma de la plaza, tres meses de un 15O que terminó con la ocupación del Hotel Madrid en el tiempo de traspaso de poderes del PSOE al PP (incluidas las Delegaciones de Gobierno). El hoy ‘concejal del 15M’ (((que decretó el sueño [*] tras las elecciones municipales  del 24 de mayo))) vio en aquella cabalgata “una pista sobre las nuevas instituciones” [*] y no hubiera estado mal haberla seguido el rastro. Nada de esa experiencia que vio desfilar montañas ha parecido afectar a las formas de hacer hoy el desfile, que vuelve a salir sin nosotros. No obstante en algunos barrios de Madrid, parece haberse retomado la costumbre de dejar en manos de los vecinos sus festejos, vecinos que llevaban años saliendo ya con sus magas, por cierto. En ningún caso se trata de haber escogido a tal o cual persona frente a tal o cual otra. Habría bastado quizá detenerse un poco en lo que pasa o pasó por abajo, al margen del buen trabajo que pueden hacer los trabajadores culturales, los intelectuales y los expertos en nueva cultura. La emancipación de los ciudadanos nunca obra de los ciudadanos para los creadores que se han propuesto emanciparlos.

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[política]

Desde hace unas semanas una conversación está abierta con M. Ella trajo algunas preguntas importantes. La fundamental es respecto a qué pasó con el deseo de hacer política, de cambiar algunas cosas. Que nos pasó. Qué es lo que deseamos. Pero sobre todo qué pasó con la acción adherida a esos deseos. Ella se siente sola. Muchos de sus amigos y amigas ya no están. Ya no estamos. Quizá no hacía falta que yo se lo recordara.

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Dibujo de Enrique Flores. Mayo 2011

Si pensamos que lo que ‘nació’ en las plazas tenía forma de niño, una forma descontrolada, afectiva y afectante, pero no organizada, todavía ambigua, como las colectividades de las que se nutría; el camino que va de la calle al parlamento podrá ser presentado como un ejemplo de maduración, de crecimiento. Un crecimiento de niño calculado respecto del poder que alcance y por lo tanto habrá que ver -si partimos de la cita que abría la tesis- si esta conquista del poder tiene lugar al precio de tomar a otros como inferiores. No obstante si lo que tuvo lugar en las plazas fue más bien ya una ‘madurez’, en cuanto conocimos una forma de política hecha por nosotros mismos, una emancipación obra nuestra, entonces estas evoluciones electorales serían como una especie de decrecimiento o regresión, como una vuelta a la infancia, al redil de la mancipación, en tanto en que se plantea la conversación de nuevo en la dimensión del gobierno, el gobernar, los gobernantes y gobernados.

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Dibujo de Enrique Flores. Mayo 2015

Qué pasó con el deseo. Qué pasó con la acción para ese deseo me preguntaba M. No podrá sublimarse la pregunta inventando una nueva casita digital, pero al menos podremos compartir estas preguntas, quizá conectar con otras personas que igualmente necesitan o buscan pensar y hablar sobre lo que nos ha pasado. Y sobre lo que no nos pasa.

¿Hay alguien ahí?

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[cuadernos digitales]

¿Para qué? ¿Para quien? ¿Devenir escritor como una forma de sobrevivir a la inacción?

En una entrevista Camille de Toledo, preguntado sobre si pondría alguna bomba en algún sitio respondió:
-. ¡No! ¡Qué atraso, qué antiguo! Crearía un evento. ¡Y un libro puede serlo! Si escribo “va a empezar a llover”, hay esperanza de que empiece a llover. ¡Creo en las palabras!

Creemos en las palabras quizá por su potencia de orientarnos hacia la acción. Aunque casi siempre somos para la ausencia material de ese vínculo, a veces ocurre que algo resuena de otro modo y lo roza. Roza el mundo de otro modo que no por el gesto explotador e indiferente.

Armé en otro lado un blog con la correlación de trabajos, de creaciones, de elaboraciones y compañías [*]. Pero echaba de menos un cuaderno en el que bocetar pensamientos, lanzar preguntas, habitar contradicciones y recoger algunas formas. Hubo varias aventuras digitales antes. Puede que nadie tenga tiempo de leer, puede que yo no encuentre o cuide el tiempo para continuar. Se cruzaron algunos problemas y algunas preguntas. Volvieron algunas necesidades y algunos anhelos… abrir esto es una forma de comenzar a hacerse cargo de ello.

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[j u b e n a l i a]

Quizá a determinada gente de Madrid, de determinado rango de edad, pueda resonarle el nombre de este blog.  Quizá en otro momento me ocupe de contar algo de esa historia, de las juvenalias, la fiesta de los jóvenes que Nerón [*] añadió a las Saturnales y que los socialistas montaron para los niños y niñas de Madrid.

Menores (e ideas de ‘minoría’) a los que este cuaderno quiere prestar especial atención, sin que por ello se convierta en un redil del que no podamos salir de tanto en tanto.

Para el término juvenalia, cabe inventarse una etimología por el juego homofónico de la v/b que introduce, en su acepción francesa [jubé] una forma arquitectónica de los templos o iglesias situada justamente en la frontera entre el mundo de los que controlan el rito y los fieles que lo practican. La ‘cruz del pueblo’ corona esa división que ocupa también muchas veces el coro alto.

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En una película bellísima de Antonio Reis y Margarita Cordeiro, Trás-os-Montes, hay una escena en la cual el viejo concejo-coro del pueblo y el pueblo de hoy se confunden, o más bien se encuentran en el mismo lugar, en el mismo tiempo. Tiempo otro encontrado con sí mismo cuyos medianeros resultan ser unos pocos niños.

In Focus: Manuel Mozos - Carte Blanche *** Local Caption *** Trás-os-Montes, , António Reis, Margarida Martins Cordeiro, P, 1976, V'12, In Focus: Manuel Mozos
Trás-os-Montes.  Antonio Reis y Margarita Cordeiro, 1976.

Con Jubenalia declaro (otra vez con ánimo mercuriano) una voluntad de permanecer en ese límite, en el crucero de una división (¿sagrada?) del mundo, sólo interrupida (¿profanada?) quizá por las revoluciones de todas las escalas que aún soñamos y para las que apenas conseguimos darnos la palabra que las acerca para la acción.

Y sin embargo seguimos escribiendo.

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